Carnavales

Carnavales y Cuaresma

Cintruénigo iniciaba los festejos el Jueves de Lardero. Después de comer, salían grupos de mozos y hombres hechos y derechos, disfrazados de “zarramusqueros”, a recorrer las calles asustando a las mujeres. Repetían la broma cada día durante un rato, anunciando las grandes jornadas del domingo al martes de carnaval, en que todo el mundo, niños, hombres y mujeres, corrían por el pueblo, ocultando su personalidad con caretas e indumentaria de lo más extraña, incluido el saco camuflado de una samanta de aulagas con las que pinchaban a los descuidados, disimulando las voces con falsetes cómicos. Las terribles comparsas de máscaras a nadie dejaban en paz en la calle, balcones o ventanas. Como contrapartida de los sustos, los “zarramusqueros” eran obsequiados con caramelos, avellanas o frutas secas que, a su vez, repartían entre sus amistades.

No todo era zafiedad y gusto plebeyo. De vez en cuando surgían personas ingeniosas y se organizaban carrozas elegantes, transportando grupos de mozas que arrojaban serpentinas y confetis sobre los espectadores. La juerga se prolongaba cada noche en los bailes de máscaras, donde la picaresca llegaba al máximo, al amparo del anonimato. El carnaval no desapareció bajo unas rohibiciones oficiales. Tan arraigado estaba, que perduró muchos años, viniendo a morir lamentablemente hace pocos lustros.

Los Zarramuskeros de hoy en día…
Suenan las campanas en Cintruénigo. Las calles quedan vacías a la par que abundantes personas se asoman a las ventanas y balcones. Máscaras de todo tipo ocupan poco a poco las calles céntricas. Simultáneamente hacen su aparición unos personajes, con buzos azules o disfrazados de otra guisa, con instrumentos variados, que tienen como objetivo ensuciar a todo aquel que ose mostrarse a cara descubierta. Queda por delante toda una hora, hasta que vuelvan a tañer las campanas. En ese tiempo los “zarramuskeros”, los personajes más característicos y tradicionales del carnaval de Cintruénigo, harán de las suyas con harina, azulete, agua, serrín, ceniza y todo aquello que permita ensuciar a quien salga a la calle sin tomar la oportuna medida de taparse, como mínimo, la cara.

Los “zarramuskeros” centran también su interés en todo aquel que se considere seguro en los balcones y ventanas. Nada más lejos de la realidad, pues hasta allí llegan los distintos materiales lanzados por los “zarramuskeros” en esta singular contienda de las tardes del sábado y domingo de carnaval.

El resto de los actos no tienen sentido rural; asimilados plenamente a lo urbano, comienzan el viernes a la tarde con un pregón; el sábado hoguera; y el domingo desfile, entierro de la sardina y toro de fuego. De este modo quedó establecido cuando en la década de los 80 la Peña Recreativa y Cultural Cirbonera decidió recuperar para la localidad el Carnaval, que llevaba décadas sin hacerse, desde el año 1.939 o 40.

En tiempos pasados los “zarramuskeros” producían bastante más revuelo que ahora, cuando los protagonistas son fundamentalmente niños y adolescentes. Por aquel entonces había que hacer compatible la fiesta con el duro trabajo en el campo por la mañana. Los “zarramuskeros” eran más contundentes y utilizaban para manchar hasta excrementos o sebo que llevaban en unas “calderetas”.

Otros preferían ponerse pinchos y restregar con ellos a las mujeres. Subían a los balcones e incluso tiraban las puertas de las casas persiguiendo a las chicas. En aquella época arrojaban también huevos que contenían tintas, azulete…, así como betún de zapatos. Comentan que “quien no se ponía máscara terminaba con dos o más dedos de porquería por todo el cuerpo”.