Cintruénigo, portal sur de Navarra con Castilla, a través del cual los virreyes entraban en el Viejo Reyno.
Su existencia está probada desde el siglo X; no así su origen, aunque bien podríamos fecharlo durante el período de las guerras sertorianas contra Roma, pues se han hallado vestigios de esa época en las riberas del Río Alhama.
En la disputada escritura de los votos de San Millán (año 934) otorgados por el conde Fernán González figura bajo el nombre de Centronica.; diciéndose que se trataba de una población “reconquistada a los moros”. De ser eso cierto, habría vuelto a estar bajo el yugo de los musulmanes hasta la caída de Zaragoza y, posteriormente, reconquista de toda la Ribera de Navarra.
Será a partir de la toma de Tudela, por Alfonso “el Batallador”, cuando recibió en 1119, junto a sus vecinas Corella y Fitero, “en premio de su valor y fidelidad”, el Fuero de Sobrarbe y sus armas: en campo de gules, una encina crucífera verde, añadiéndose, posteriormente, un león contornado y una cinta que atraviesa el tronco. De esta época data el primer reparto de las aguas de riego del río Alhama, recayendo en Cintruénigo los cinco primeros días de cada mes. También el castillo-fortaleza que se levantó en el mirador sobre el Río Alhama cabría datarlo entonces y que defendía a la población de los continuos ataques castellanos.
Fue encomienda templaria; teniendo ésta en el castillo su sede. En 1219 El rey Sancho “el Fuerte” adquirió el señorío y su castillo por 7.000 maravedíes alfonsinos a pagar en tres años, para cederlos al caballero navarro, don Miguel de Zuazu. Éste nunca llegó a pagar del todo, y Cintruénigo siguió en manos de los Caballeros del Templo.
Legado de la Orden del Temple es la cruz que figura en el escudo de Cintruénigo; aunque amarilla, en lugar de la roja que lucían los templarios.
Ya en el siglo XIV, aparece Cintruénigo en la Concordia y Sentencia entre los reinos de Navarra y Castilla, nuevamente, por el agua del Alhama. Carlos II, rey de Navarra y Enrique de Trastámara, rey de Castilla, fijarán el turno de riego para Cintruénigo, Corella y Alfaro, que regirá hasta la mitad del siglo XX.
Además de Señorío, formó parte del principado de Viana, que el rey Carlos III instituyó en favor de su nieto Carlos, príncipe de Viana. Su padre, el rey Juan incorporaría Cintruénigo a la corona en 1449, tras las muchas luchas y disputas habidas con su hijo Carlos.
La circunstancia de ser villa fronteriza con Castilla originó no pocas contiendas bélicas, a la vez que también compensaciones que la favorecieron. Doña Blanca de Navarra y su esposo don Juan (posteriormente Juan II, rey de Aragón) confirmaron privilegio para que no se les pudiese castigar, ni embargar sus bienes por débito alguno, excepto la traición al Rey que debería juzgarse en la Corte. Más tarde, en 1453, dio el mismo rey, don Juan, otro privilegio a los de Cintruénigo, eximiéndoles, por espacio de 15 años, de toda imposición real, así como de cuartel o de otra cualquiera, “en consideración a la heroica defensa que hicieron de la villa contra los castellanos, quienes les causaron grandes daños en los sembrados y haciendas, llevándoseles, además, muchos hombres presos”.
La Villa fue excomulgada en 1486 debido a la denuncia del abad del monasterio de Fitero; siendo levantada la excomunión por el Papa Inocencio VIII, al haberse probado falsa la acusación.
Durante los siglos XIV y XV Cintruénigo experimenta un gran desarrollo. Los cultivos de la vid y del olivo, cultivados en las feraces tierras de los Montes de Cierzo, producen beneficios. De la mano del doctor don Pedro de Goñi, alcalde de Corte y Oidor del Real Consejo de Navarra y del doctor García Carrascón, la Villa experimenta una gran pujanza. Durante el abadengo de García Carrascón se termina la primera parte del templo parroquial, obra de Íñigo de Zarra; completándola con el retablo de San Juan Bautista, contratando a los maestros Esteban de Obray, entallador, y al pintor Pedro de Aponte. Será en el siglo XVIII cuando se construye la torre; ampliándose definitivamente el templo a finales del siglo XIX.
La pujanza económica y el aumento de población que Cintruénigo experimentaría en los siglos XVI y XVII llevó a sus vecinos a intentar agrandar su territorio. De este modo, en 1665 se compra al rey Felipe V, el término del Llano situado al este del casco urbano y, conjuntamente con otras seis localidades el resto de los Montes de Cierzo y Argenzón.
A la par que el desarrollo agrícola, el comercio de la lana castellana con la vecina Francia propició que se establecieran, en Cintruénigo, importantes familias que levantarán sus casas palaciegas jalonando el antiguo camino real, y que todavía pueden verse.
La industria de la manufactura del alabastro, desarrollada en la segunda mitad del siglo XX, con la proliferación de multitud de talleres artesanales donde se trabajaba la piedra, contribuyó al importante paso de una villa, eminentemente agrícola, a una más industrial.
Más de 1.000 años han transcurrido desde que apareciese el nombre de Cintruénigo. Una Villa que ha sabido sufrir y pelear, trabajar y gozar; pero siempre unida, para ser hoy lo que es, y lo que son sus gentes: “el tipo más puro del ribereño navarro”, como definió Manuel Navarro Garro, en su Historia de España.